Con permiso

(La primera frase está tomada de un relato de Sorrentino)

Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza. Normalmente, me atiza cuando sale de camino al trabajo. Dice que así se deja ya una tarea hecha. No me libra ni el santísimo: Cada vez que me agacho para regar las plantas de la portería, pasa este señor y ¡Zas! Paraguazo al canto. Nunca me había encontrado un vecino tan reincidente. Ni siquiera los que me pisan el suelo recién fregado o los que sacan la basura a deshora. A veces le he sugerido que me arreara más adelante porque una colleja así, a primera hora de la mañana, aunque para algunos puede ser un despertador muy eficiente, a mí me deja aturdida hasta la hora del café. Pero no ha habido forma en todo el invierno. Tal vez deba darle un ultimátum: o cambia el paraguas por un impermeable o la finca responderá ante la justicia por volver tarumba a una portera.